Mi vida había sido una constante actividad para dar a conocer al Señor. Verdaderamente creía con todas mis fuerzas en la fecundidad del apostolado. Es verdad que también sabía que la oración es el ama de todo apostolado, pero me encantaba todo tipo de iniciativas apostólicas.
Al vivir en un ambiente en que el cristianismo era perseguido, me encarcelaron. Tuve que dejar todas mis actividades apostólicas. Podéis pensar que quizá este revés tan fuerte, me hundió. Un día en la cárcel, descubrí “algo” que cambió mi vida.
Es importante dedicarse a las “cosas de Dios” con ahínco poniendo en ello la vida, pero a veces toca dedicarse “sólo a Dios”; no a sus cosas, sino a Él sólo.
Desde entonces, experimenté una inmensa y secreta alegría en mi corazón. Mi vida seguía siendo fecunda, incluso ahora más que antes, por mi dedicación a vivir el “sólo Dios”, al estilo del Hermano Rafael Arnáiz.
(Francisco Cerro Chaves: “Cuéntame…para ser libre”)
Debe estar conectado para enviar un comentario.