Cierto día, hace de esto muchísimos años, un comerciante muy rico y avariento acudió a un sacerdote viejo y sabio en busca de consejo y enseñanza. Éste lo llevó ante una ventana:
- Mira a través de este vidrio y dime qué ves- le dijo.
- Gente- contestó el rico.
Luego lo condujo ante un espejo, y le preguntó:
- ¿ Qué ves ahora?
- Me veo a mi mismo- le contestó al instante el avaro.
- He ahí, hermano- le dijo entonces el santo varón- , que en la ventana hay un vidrio y en el espejo también. Pero ocurre que el vidrio del espejo está cubierto con un poquito de plata, y en cuanto hay un poco de plata de por medio dejamos de ver a los demás y sólo nos vemos a nosotros mismos.
( Villapalos, Gustavo y López Quintás, Alfonso: El libro de los valores )
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