Como siempre, me encontraba con bastantes cosas que hacer aquel día. Alguien llamó a mi puerta. Era una chica joven que venía de un gran hospital. Se acercó y me dijo: “ usted no me conoce a mí, pero me ha dicho una amiga que podría venir a dar la Unción de Enfermos a mi hermano de catorce años que se muere en el hospital. Mis padres están desconsolados. No sabemos qué hacer.”
Llegué al hospital y me encuentro con un niño que agonizaba. Sus padres le tenían cogido de la mano. A sus hermanos mayores se les veía sumidos en una profunda tristeza.
Di un beso al niño, le administré la Unción de Enfermos y recé un momento con ellos. Me acompañó su padre. Era todavía un hombre joven. No pudo más y se echó a llorar preguntándome una y otra vez el porqué. Callaba, comprendía perfectamente su dolor. Sólo al final le dije: “muchas cosas con Dios no las entendemos, pero es que sin Dios no entendemos nada. Por eso soy creyente. Por eso soy sacerdote.” El padre me dio un abrazo y me lo agradeció.
(Francisco Cerro Chaves: “Cuéntame…para ser libre”)
Debe estar conectado para enviar un comentario.