Santiago de Zebedeo, con su hermano Juan, fue llamado por Jesús a la orilla del mar de Galilea poco después de Simón y Andrés, y le siguió dejándolo todo. Recibió el sobrenombre de Boanerges, o hijo del trueno. Fue elegido para el grupo de os doce Apóstoles. Jesús lo admitió, juntamente con Juan y Simón Pedro, a una especial intimidad en distintas ocasiones, como la resurrección de la hija de Jairo, su propia transfiguración y su agonía en Getsemaní.

            Participó en la predicación inicial del Evangelio en Palestina, y en la primera organización de la Iglesia. Herodes, poco antes de su propia muerte, o hizo morir a espada, siendo el protomártir de los apóstoles.

            Desde la antigüedad está difundida la persuasión de que Santiago había predicado el Evangelio en los confines de Occidente. Después de la invasión mahometana, el apóstol Santiago aparece venerado como cabeza refulgente de España y Patrono de sus Reinos cristianos. Estos proclaman en los siglos siguientes su gratitud por la protección del apóstol en la defensa de la fe y de la independencia de la patria y por su asistencia en la acción misionera que contribuyó a propagar la Iglesia por todo el mundo. Su sepulcro, en Santiago de Compostela, a semejanza del sepulcro vacío del Señor en Jerusalén y de la tumba de San Pedro en Roma, atrae, hasta nuestros días, a innumerables peregrinos de la Cristiandad, a quienes los papas han concedido un Jubileo frecuente y otras gracias extraordinarias.