Había una vez un señor muy rico y muy sordo.
Un día su sirviente, al darle las zapatillas, le dijo (creyendo que no lo oía): “Entonces, viejo chocho, ¿dónde has ido a perder el tiempo?”
El viejo respondió: “He estado en el centro de la ciudad, en una tienda donde he comprado el último modelo de aparato acústico! Mientras tanto, ¡tú quedas despedido, en el acto!”.
¡El respeto paga siempre! El desprecio, es un boomerang.
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