“La humildad nos hace perfectos respecto a Dios, y la dulzura, respecto al prójimo… Esta vida miserable es como un paso para la bienaventuranza: no nos enojemos, pues, en el camino los unos con los otros; marchemos en compañía de nuestros hermanos y compañeros dulce, pacífica y amablemente. Mas también te digo, “sin excepción alguna”, no te enfades nunca, si es posible, y no busques pretexto alguno, cualquiera que sea, para dar entrada a tu corazón al enojo. Debemos resistir el mal y oponernos a los vicios de los que están sometidos a nuestros cuidados, con constancia y tesón, pero de manera dulce y sosegada.
Nada calma tanto al elefante enfurecido como la vista de un corderillo; nada amortigua tan fácilmente los efectos de los cañonazos como la lana. No es tan bien recibida la corrección que proviene de la pasión, aunque la acompañe la razón, como la que se inspira en sólo en la razón.
Es preferible aprender a vivir sin cólera que querer usar de ella aunque moderada y sabiamente; cuando por imperfección o debilidad nos veamos sorprendidos por ella, es mejor rechazarla prontamente que aprender a pactar con ella. Mas siempre has de tener presente que la oración que se hace para aplacar los accesos repentinos de cólera se ha de practicar dulce y tranquilamente y no de una forma violenta”
Debe estar conectado para enviar un comentario.