El cirio bautismal

El evangelio de la curación del ciego de nacimiento ( Jn 9, 1-41), que los catecúmenos escuchan en su preparación bautismal, les anuncia que, al recibir el bautismo, Jesús les abrirá los ojos a la luz de la fe. Aprenden así que el bautismo es una iluminación, la que hará resplandecer en ellos la luz verdadera, la de Cristo. Es Cristo quien dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida” ( Jn 8,12).
Eso se recuerda, después del bautismo, dando a los bautizados un cirio encendido. Para decirles que tengan presente que se han hecho luz en Cristo y, con Él, tienen que ser “ luz del mundo” ( Mt.5,14), para que viendo sus buenas obras, la gente glorifique al Padre del cielo. Para decirles, también, que el cristiano no puede olvidar nunca que la luz de la fe, recibida en el bautismo, es la que tiene que mantener siempre encendida (Lc 12,35) para poder avanzar con seguridad hacia su encuentro definitivo con el Señor.
Por todo lo que significa, está bien conservar como un bien propio el cirio bautismal.
(Centro de Pastoral litúrgica)
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