Después de haber estudiado mucho, tres chicos dejan al viejo maestro y se van por el mundo a trabajar.
Al cabo de diez años vuelven a encontrarse con su maestro.
El maestro, lleno de achaques, los hace sentar, y cada uno comienza a contar lo que ha hecho.
El primero dice orgulloso: “¡Yo he escrito muchos libros y he vendido millones de ejemplares!”.
El viejo responde: “¡Has llenado el mundo de papel!”.
El segundo, muy engreído, dice: “¡Yo he predicado en miles de lugares!”.
El maestro responde: “ ¡Has llenado el mundo de palabras!”.
El tercero se expresa así: “¡Yo te he traído esta almohada para que apoyes tus piernas enfermas!”.
El maestro sonríe y dice: “Tú, ¡tú sí que has encontrado a Dios!”.
El que ama, encuentra a Dios, porque “Dios es amor” (1Jn 4,8).
Debe estar conectado para enviar un comentario.