La celebración de esta Jornada es un momento privilegiado para concienciar a los niños cristianos de la desigualdad que se da entre ellos y los más pobres. Desde ahí, hay que mover a la solidaridad y a la práctica de la caridad fraterna. Así lo expresaba el Papa San Juan Pablo II en enero de 1995 en un mensaje a los niños:
“Sé que cada año ponéis en común lo que tenéis y asistís material y espiritualmente a los niños del mundo. La Iglesia está muy contenta por eso: que niños y muchachos se ayuden unos a otros. Es bellísimo que, en una familia de hermanos, todos se amen desde pequeños. Os alabo por esto y os aliento: ¡sed misioneros siempre y en todo lugar!