La poda

  Mira mi pobre árbol, lleno de ramas inservibles. Mis frutos han palidecido y se pierden en la inutilidad. Ni siquiera los animales quieren servirse de ellos como alimento.

         Sin embargo, yo sueño todavía con ofrecer frutos lozanos, atractivos, que puedan ser grata comida para los caminantes. Frutos que vivifiquen al hombre del hambre y del cansancio.

         Pero mira mi pobre árbol, soñando con lo que no le pertenece y olvidando su propia cosecha.

         Vienen manos ansiosas, extendidas, confiadas, a recoger el fruto de mi árbol, y encuentran decepción, insignificancia, frutos inservibles, no aptos para el alimento.

         La enfermedad, la plaga interna, dejan raquítico el fruto de mi árbol.

         En mi interior se abren grietas de oscuridad y de muerte, y en la superficie, aparecen los estigmas de la improducción.

         Antes de que se extienda el mal a las raíces, sana la enfermedad que crece y me lleva a la muerte.

         Coge tus herramientas, podador, arranca de mi árbol toda la rama inútil, toda la rama que estorba el crecimiento.

         Yo sé que tu poda me causará dolor una vez y otra vez y siempre que se produzca, pero coge tus herramientas, podador, y ponte a la faena.

         Es la hora del dolor esperanzado. Podador, me pongo entre tus manos, Divino Podador, Tú, yo y el viento.

(Inspirado en el montaje: “Tiempo de poda»)

Acerca de Parroquia de San José de A Coruña

Misas: Lunes a sábado a las 19:00 h. Domingos y festivos a las 10:00 h. y 12:30 h.
Esta entrada fue publicada en Reflexiones y etiquetada . Guarda el enlace permanente.