En la oración nos dirigimos a Dios, no sólo con palabras y pensamientos, sino también con movimientos y gestos. La actitud del cuerpo es signo de la comunidad y de la unidad que se forma en la asamblea reunida para orar. Nuestras actitudes expresan la fe que tenemos, y a la vez la alimentan y estimulan.
De pie: indica atención y disponibilidad. Es la posición más habitual de la persona. Se está de pie en algunos momentos más significativos de la Eucaristía: al comenzar, en la lectura del Evangelio, durante las oraciones y la plegaria eucarística que realiza el sacerdote y mientras nos preparamos para la comunión.
Sentados: es la postura más cómoda para escuchar, pensar y meditar. En la Misa estamos sentados mientras se proclama la Palabra de Dios, durante la presentación de las ofrendas y después de comulgar; así subrayamos la atención con que escuchamos, la serenidad con que meditamos y la seriedad con que guardamos todo en el corazón.
De rodillas: expresa la pequeñez del hombre ante la grandeza de Dios; también manifiesta nuestra actitud interior de adoración y de dolor. En la Eucaristía nos ponemos de rodillas en el momento de la consagración.
Caminar: durante la Misa hay también procesiones, en las que algunos fieles, o incluso todos, se mueven. Al principio de la Misa, cuando hace su entrada el sacerdote con los ministros, durante la procesión de ofrendas, si alguien lleva el pan y el vino para la celebración, y en la comunión cuando, quien lo desea, se acerca al altar para recibir el Cuerpo de Cristo.
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