
Una vez un niño fue al cementerio, acompañado de su madre. Enseguida se puso a correr entre las flores y las cruces, yendo y viniendo y volviendo adonde estaba su madre, para obtener explicaciones.
La madre le dijo que allí, bajo aquellas tumbas, había muchos señores que dormían.
Entonces, en un momento determinado, se detuvo y le preguntó:
- “Pero si duermen, ¿cuándo se despiertan?”
¡Parece lógico que después del sueño venga el despertar!
La madre tomó en brazos al pequeño de tres años y lo estrechó contra
su pecho porque le había explicado ¡que ninguna muerte puede ser para siempre!
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