Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel rey de reyes.
Mis esperanzas volaban hasta el cielo y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y pronto, Tú me tendiste la mano diciéndome: “ ¿ Puedes darme alguna cosa?”
¡ Oh, qué ocurrencia la de tu realeza. Pedirle a un mendigo!
Yo estaba confuso y no sabía qué hacer… Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo y te lo di.
¡ Pero qué sorpresa la mía, cuando al vaciar por la tarde mi saco al suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón!
¡ Qué amargamente lloré no haber tenido compasión para dártelo todo!
————————————————————————————-R. Tagore
Debe estar conectado para enviar un comentario.