El papa Francisco ha sido crítico con quienes pasan el día quejándose. Lo puso de manifiesto con sus palabras y hasta con un cartel en la puerta de su habitación en 2017: “Prohibido quejarse”. La letra pequeña añadía: “Los transgresores están sujetos al victimismo con la consecuente disminución del humor y la capacidad para resolver problemas.” Apuntaba una sanción doble en caso de suceder ante niños y que “para ser mejor, hay que concentrarse en el propio potencial y no en los límites”. Concluía tajante: “Deja de quejarte y actúa para mejorar tu vida”.
Advertía sobre la queja dos meses después de su elección:
“ Cuando llegan las dificultades, llegan también las tentaciones. Por ejemplo, el lamento:.. “mira lo que se me viene encima.” Y un cristiano que se lamenta continuamente, no puede ser un buen cristiano, es el señor o la señora quejas, ¿no? Porque siempre se lamenta de todo. El silencio en el soportar, el silencio en la paciencia. Ese silencio de Jesús, que en la Pasión no habló de más, solo dijo dos o tres palabras necesarias. Pero tampoco fue un silencio triste: el silencio de soportar la cruz no es triste. Es doloroso, pero no triste. El corazón está en paz.”
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