Una vez, uno que pasaba le preguntó a un niño: “¿Qué estás haciendo que te diviertes tanto?”
“¡Estoy jugando a la pelota con Dios!”.
“¿Y cómo lo haces?”.
“¡Yo lanzo la pelota hacia lo alto y Él me la devuelve!”.
El niño intuye una altísima verdad teológica: Dios exulta de gozo, por eso le gusta jugar.
Debe estar conectado para enviar un comentario.