Cuentan que un transeúnte se detuvo ante una cantera donde trabajaban tres compañeros.
Preguntó al primero: ¿Qué haces, amigo?
Y éste le respondió, sin levantar la cabeza: Me gano el pan.
Preguntó al segundo: ¿Qué haces, amigo?
Y el obrero, acariciando el objeto de su tarea, explicó: Ya lo ves; estoy tallando una hermosa piedra.
Preguntó al tercero: ¿ Qué haces, amigo?
Y el hombre, alzando hacia él unos ojos llenos de alegría, exclamó: ¡Estamos edificando una catedral!
Y el caso es que los tres realizaban la misma tarea. El primero se contentaba con ir tirando; el segundo ya le había dado un sentido; pero sólo el tercero descubría su grandeza y su dignidad.
Raúl Follereau
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