Un turista, volviendo de Tanzania, contaba:
“ Un día fui rodeado por un grupo de niños. Tenía solo un caramelo: lo puse en la palma de la mano. Los niños lo miraban inmóviles.
Finalmente la niña mayor cogió el caramelo, lo partió con delicadeza entre los dientes y distribuyó un pedazo para cada uno”.
El ejemplo no viene de los grandes ¡sino de los pequeños!
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