
Los chinos tienen un cuento precioso para explicar cuál es el origen del arroz.
Una vez el gran Espíritu del campo estaba desesperado porque los hombres y las mujeres morían por falta de alimento. Entonces, para saciarlos, una tarde se arrancó los dientes y los tiró al viento. Los dientes cayeron en un pantano y se transformaron en semillas de las cuales nacieron plantas verdes que produjeron frutos semejantes a los dientes del Espíritu.
¡Eran los granos del arroz!
El Dios de los chinos es tan bueno que se quitó los dientes para los seres humanos. El Dios de los cristianos es todavía más bueno: nos ha dado nada menos que a su Hijo para salvarnos (cf. Jn 3,16).
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