
Un pensionista le presenta al empleado, al otro lado de la ventanilla, un formulario relleno.
“¡Así no está bien!, le hace notar aquel. “ Ha olvidado un puntito sobre la “i”!”.
“Por favor, ¿no puede añadirlo usted mismo?, le pregunta el anciano.
“¡Oh, no! ¡Debe ser la misma grafía!”.
Quien tiene una mente estrecha encuentra siempre una excusa para eximirse de prestar ayuda.
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