Había una vez un rabino (maestro en el mundo hebreo) que vivía muy pobremente. Tenía que conformarse con lo poco que sacaba de la venta de la leche de su única vaca. Pero, aun siendo pobre, tenía la costumbre de apartar, cada semana, algunas monedas y distribuirlas el sábado entre los pobres. Por desgracia hubo una semana en que no consiguió ahorrar nada. Entonces, sin pensarlo más, llevó la vaca al matadero y distribuyó su carne entre los pobres.

         Cuando su mujer se levantó por la mañana y no vio la vaca, corrió a donde estaba el marido, gritando desesperadamente: “¡La vaca ha desaparecido!”.

         El rabino le dijo, tranquilamente: “ La vaca no ha desaparecido: ¡se ha ido al cielo!”.

         “Quien hace la caridad al pobre, hace un préstamo a Dios” (Prov.19,17).

(Pino Pellegrino: “La tienda del alma”)