
Era una mujer que tenía mucho genio. Un día quiso dárselo a alguien porque no le gustaba el genio que tenía. Buscó por todas partes a alguien a quien se le hubiera perdido el genio; ella le regalaba el suyo.
Paseó por muchas ciudades de la tierra, pregonó que quería regalar su genio; sólo quería a cambio otro sin exigir dinero a cambio. Estaba harta de su genio. Anhelaba tener otro genio mejor. Quería conseguir que la gente se acercase a ella por tener buen genio. Pero no lo consiguió.
Después de muchos años, intentando regalar su genio a quien lo quisiese, por fin desistió. Se dio cuenta poco a poco, de que cada cual tiene su genio que tiene que moldear y educar. Que tiene que hacerlo más bueno para poder convivir con otros genios diferentes al nuestro.
Aprendió que cada cual tiene su genio y que, cuando queremos entregar el nuestro a otra persona, ella ya tiene el suyo. Entendió que, de la aceptación del propio genio, brota la paz. Que es necesario transformar nuestro genio en entrega y servicialidad. Que a veces, cuando nos enfadamos con genio, no es tan malo si lo hacemos por amor y por hacer el bien. Pero lo más importante es vivir con el genio en paz.
(Francisco Cerro Chaves: “Cuéntame…para ser libre”. Ed. Monte Carmelo)
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