
Los primeros cristianos anhelaban el fin del mundo y la consiguiente llegada del Mesías. Tan grandes eran las expectativas a este respecto en las primitivas comunidades cristianas, que algunos habían dejado de trabajar con la excusa de que era inminente la venida del Señor. S. Pablo invita a todos a trabajar y proseguir la vida de forma ordinaria.
Lo importante no es adivinar “la fecha de caducidad” de nuestra sociedad, sino mantenernos firmes en la construcción de un mundo más justo y solidario. Los cristianos no creemos en Jesús para escrutar cuándo acontecerá el final de los tiempos, sino para hacer realidad un tiempo nuevo donde las personas puedan vivir con dignidad.
En un tiempo de cambio y crisis, es imprescindible volver a Jesús y a nuestras raíces cristianas. Los cristianos no debemos perdernos en lamentos, nostalgias o desalientos., Es la hora de anunciar, con alegría y esperanza, el futuro que nos propone y nos ofrece Jesús.
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