
Alejandro (ocho años) nos cuenta: “Cuando voy al mar con mi papá entro hasta donde no se hace pie.
Él me dice: “¡Quédate tumbado!”. Yo me sostengo en sus brazos y no tengo miedo, aunque esté sobre aquel mar inmenso”.
El padre de Alejandro (aunque no se dé cuenta) habla de Dios al hijo. Le hace experimentar que hay alguien en el cual podemos abandonarnos. Gracias a esta experiencia marina, Alejandro podrá decir, como el místico Charles de Foucauld: “Padre, ¡me pongo en tus manos!”.
Debe estar conectado para enviar un comentario.