(Palabras de Rocío Novo, del Instituto Secular de las Hijas de la Natividad de María, en el funeral de D. José Lamas Pallas)

“Nos hemos reunido en este templo parroquial de San José, en el que tantas veces Don José acompañó a sus feligreses, los escuchó, los ayudó y aconsejó, en el que celebró los sacramentos y de manera especial, celebró la Eucaristía. Hoy en esta Misa lo hemos recordado y dado gracias a Dios por su vida y lo que supuso en la vida de tantas personas.

Gracias, Jesús, por haber elegido a Don José para ser tu sacerdote. Gracias por el gran corazón que pusiste en él, era muy humano y a la vez muy divino. Supo mirar el mundo con los ojos y el corazón de Dios. Tenía la fe de los humildes y sencillos, de los pequeños. Con su conversación atraía a niños y mayores, siempre preocupado por sus feligreses, por alimentar sus “almas”, pero también sus cuerpos. Como él decía de su amigo Don Baltasar, “sació el hambre de pan y catecismo de muchos”, “fue un adelantado a su tiempo”. Esto mismo podríamos decir de Don José. Cómo no recordar todos sus afanes hasta levantar este templo, cómo no recordar las diapositivas que nos ponía a los niños para transmitirnos el Evangelio de una manera más atractiva, cómo no recordar las pesetas que nos prometía en la homilía a quien estuviera atento y supiera responder, cómo no nombrar las veces que te veía o te ibas a confesar y te decía: a ver peluda, qué me tienes que contar…sin duda fue un hombre que supo dar y darse, que toda su vida fue Cristo y el Evangelio. Ahora que ya goza de una Vida eterna junto a Dios sigamos el ejemplo que nos dejó y tratemos de ser como él, destellos de Dios en la sencillez de nuestro frágil barro.”