Un simpático cuento tibetano narra que una vez un tipo vio moverse algo desde lejos y salió a su encuentro. Cuanto más se acercaba más le parecía un animal. Se acercó más y vio que era una persona. ¡ Siguió acercándose y descubrió que era su hermano!
“¡Vosotros sois todos hermanos!”: es un descubrimiento fundamental de Cristo ( Mt. 23,8); no “ciudadanos”, como quería la Revolución Francesa; no “camaradas”, como quería el Comunismo, sino “hermanos”.
Solo el descubrimiento de Cristo puede lavar la cara de la tierra: civilización es amarnos, ¡no armarnos!
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