El antílope y la mariposa eran grandes amigos. Un día decidieron jugar al escondite. Le tocó al antílope esconderse el primero.

         La mariposa contó hasta cien y salió a buscarlo. Le bastaron pocos aleteos para ver al antílope en medio del bosque.

         Luego le tocó a la mariposa esconderse. ¿Dónde?

         La mariposa, que era muy inteligente, decidió posarse sobre el cuerno del antílope mismo. ¡Seguro que no la encontraría nunca!

         En efecto, busca que te busca, pero el antílope nunca encontró a la mariposa.

         Finalmente, cansadísimo, se acercó al río para beber. Cuando bajó la cabeza, vio a la mariposa en su cuerno y gritó: “¡Te encontré!”

         La mariposa le respondió:”Tú, para esconderte, te fuiste lejos de mí; yo en cambio, ¡siempre estuve contigo!”

         Dios es como la mariposa en el cuerno del antílope. Lo buscamos lejos… .¡y Él está siempre con nosotros!